lunes, 30 de junio de 2014

Que la vida es un cigarro que no se debe apagar.

Cuantas piedras hay en el camino, miles y miles nos encontramos al ir creciendo y cada vez ellas crecen con nosotros. Bienvenidos al mundo de las caídas, al mundo donde hay que caer para aprender a levantarse, bienvenidos al mundo de las derrotas y de las lágrimas, pero después de todo esto, bienvenidos al mundo de la lucha, la sonrisa y la felicidad.

He caído muchas veces en esta vida, he caído más de una vez diciendo de esta no me levanto, he estado días y días pensando en ello, pensando que llega un punto en el que el cuerpo no puede más y hay que abandonar, he caído a nivel quererme despedir de mi misma, pero todos en nuestro pequeño mundo tenemos a alguien que nos ayuda a levantarnos en la eterna caída.

Y dejen que corrija al : Que eres grande. No, yo no soy grande. Grande es quien está a tu lado en las buenas y en las malas más, es quien consigue tu sonrisa aunque él este peor, es el que mueve el mundo por un segundo contigo, el que hace que la distancia sea una simple palabra. Dejen que les diga que yo no soy grande, son esas personas las que me hacen grande.

Y volveré a caer, porque la perfección no existe, porque de perfecta no tengo nada, porque no llego ni a la mitad del significado de esa palabra pero tampoco lo necesito. Volveré a caer porque mi camino está lleno de piedras, y volveré a levantar la cabeza aunque cueste, aunque me tire días encerrada de nuevo entre cuatro paredes y horas secando lágrimas.

Caer, levantarse y volver a caer. Porque en cada caída he aprendido el remedio a evitarla aunque a veces, tan solo a veces, sin darme cuenta he vuelto a caer con la misma, y en esa caída he comprobado que realmente sí que se aprende de cada una, y que si volvemos a caer es porque se esconde algo dentro nuestro que dice que lo intentemos una vez más.




Porque en este mundo no es grande aquel que nunca falla, si no el que nunca se da por vencido.

sábado, 28 de junio de 2014

Volver a caer.

Cuando menos te lo esperas va la vida y te sorprende. De nuevo después de un año y medio entre cuatro paredes.
De repente un día mi vida cambio, me encontré con una piedra que me supero, me encontré en ese hospital sin notar las piernas sin ser capaz de reaccionar ante ello. Luche, desperté día tras día pidiendo a mis padres que me pincharan esas piernas para ver si la volvían a sentir y no, día tras día, lagrima tras lagrima paso un mes, hasta el momento que volvieron, volví a sentir el sentimiento de tener piernas. Con el tiempo puede tener el placer de andar, después de un quirófano, de una uvi y de muchos meses salí a la calle con una sonrisa, para decirle al mundo que al final había conseguido pisar esa piedra y ser yo la ganadora.

Y ese día me di cuenta que debía renunciar a lo que era mi vida, mis ganas, mi lucha, ese balón con el que yo sentía toda la fuerza, tocaba dejarlo en la estantería y vivir otra vida durante un tiempo. 
Entre estas cuatro paredes vuelvo a escribir sobre ella, sobre la que me cambio la vida, la que me enseño de verdad el valor de poder andar, el valor de poder luchar por un sueño, y de nuevo ella me ha encerrado aquí. Y ahora toca de nuevo plantar cara, levantar la cabeza, sonreír, y pensar en poder volver a andar, poder volver hacer vida normal, no pido nada del otro mundo, porque volver a pisar una pista para luchar por mi sueño de nuevo ya he comprobado que no podrá ser.
Y voy a pisar fuerte a la vida, secare todas las lágrimas que me salen cada vez que intento moverme y el dolor me supera, pisare hasta romper de nuevo esta piedra y poder salir a la calle con la cabeza bien alta. Porque el camino está lleno de piedras, pero es el camino a seguir, y todos en esta vida nos toca levantar la cabeza y pensar en un futuro sin ese dolor. Voy a creer que saldré de aquí nuevamente, que andaré y que con paciencia poder volver a correr.


Recuerdo ese momento, la cara del médico y lágrimas derramándose por mi cara, recuerdo mis padres animándome, y yo levantar la cabeza y decir que podía con ello.
Después de un año y medio sin tocar una pelota, sin salir a correr, sin subir en una bicicleta, sin poder hacer nada, rompí mis miedos y me fui a ese lugar que me ha visto crecer. Pise de nuevo una pista de baloncesto y me sentí feliz, llena y dispuesta a poder decir que después de todo yo era la ganadora, me puse a jugar y desconectar, y de repente se paró mi mundo. Puse el pie en el suelo, un pinchazo, los ojos cerrados, dientes apretados, lágrimas de dolor que querían salir, puños comprimidos y de nuevo ella. Volvió a dar presencia, volvió para recordarme lo que había pasado hace un año y medio, para decirme que no se olvida y que esto es de por vida.

Y ahora estoy aquí, después de dos días en una cama estirada, sin poder andar, sin poder sentarme y con la espalda diciéndome: no puedo.


Va más allá de un simple balón.