Cuando menos te lo esperas va la vida y te
sorprende. De nuevo después de un año y medio entre cuatro paredes.
De repente un día mi vida cambio, me encontré con
una piedra que me supero, me encontré en ese hospital sin notar las piernas sin
ser capaz de reaccionar ante ello. Luche, desperté día tras día pidiendo a mis
padres que me pincharan esas piernas para ver si la volvían a sentir y no, día
tras día, lagrima tras lagrima paso un mes, hasta el momento que volvieron, volví
a sentir el sentimiento de tener piernas. Con el tiempo puede tener el placer
de andar, después de un quirófano, de una uvi y de muchos meses salí a la calle
con una sonrisa, para decirle al mundo que al final había conseguido pisar esa
piedra y ser yo la ganadora.
Y ese día me di cuenta que debía renunciar a lo que era mi vida, mis ganas, mi
lucha, ese balón con el que yo sentía toda la fuerza, tocaba dejarlo en la estantería
y vivir otra vida durante un tiempo.
Entre estas cuatro paredes vuelvo a escribir sobre ella, sobre la que me cambio
la vida, la que me enseño de verdad el valor de poder andar, el valor de poder
luchar por un sueño, y de nuevo ella me ha encerrado aquí. Y ahora toca de
nuevo plantar cara, levantar la cabeza, sonreír, y pensar en poder volver a
andar, poder volver hacer vida normal, no pido nada del otro mundo, porque
volver a pisar una pista para luchar por mi sueño de nuevo ya he comprobado que
no podrá ser.
Y voy a pisar fuerte a la vida, secare todas las lágrimas que me salen cada vez
que intento moverme y el dolor me supera, pisare hasta romper de nuevo esta
piedra y poder salir a la calle con la cabeza bien alta. Porque el camino está
lleno de piedras, pero es el camino a seguir, y todos en esta vida nos toca
levantar la cabeza y pensar en un futuro sin ese dolor. Voy a creer que saldré de
aquí nuevamente, que andaré y que con paciencia poder volver a correr.
Recuerdo ese momento, la cara del médico y lágrimas
derramándose por mi cara, recuerdo mis padres animándome, y yo levantar la
cabeza y decir que podía con ello.
Después de un año y medio sin tocar una pelota,
sin salir a correr, sin subir en una bicicleta, sin poder hacer nada, rompí mis
miedos y me fui a ese lugar que me ha visto crecer. Pise de nuevo una pista de
baloncesto y me sentí feliz, llena y dispuesta a poder decir que después de
todo yo era la ganadora, me puse a jugar y desconectar, y de repente se paró mi
mundo. Puse el pie en el suelo, un pinchazo, los ojos cerrados, dientes
apretados, lágrimas de dolor que querían salir, puños comprimidos y de nuevo
ella. Volvió a dar presencia, volvió para recordarme lo que había pasado hace
un año y medio, para decirme que no se olvida y que esto es de por vida.
Y ahora estoy aquí, después de dos días en una
cama estirada, sin poder andar, sin poder sentarme y con la espalda diciéndome:
no puedo.
Va más allá de un simple balón.
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