jueves, 3 de julio de 2014

Esa llamada felicidad.

La nombramos mil veces a la vida, en cada caída pedimos que sea ella la que nos levante, recordamos que es hacia ella donde debemos ir, donde debemos estar y lo que merecemos cada uno de nosotros.
Hemos nacido con ella, nacimos arropados de esa sonrisa de nuestros seres querido, nacimos arropados del calor materno, nacimos llorando pero lo primero que aprendemos es a sonreír. Esa mirada de los padres que nos hacia sonreír, esas bromas, esas canciones o esas caricias que hacían que nos durmiéramos con una sonrisa, ¿lo recordáis? Y ella estaba ahí en todo momento, cada segundo que pasaba era ella la que siempre te hacia compañía, que todos hemos sido pequeños y todos nos hemos pelado las rodillas en una caída, o nos hemos dado contra el canto de la mesa del comedor, y hemos llorado ¿verdad? Hemos llorado por un dolor instantáneo, instantáneo a nivel dos segundos y sonreír para seguir jugando, dos segundos para olvidarnos de ello y con ella seguir.

Pero el tiempo corre y hemos crecido hasta ser capaces de analizar nuestra vida, hemos crecido a nivel saber que pasa en cada instante en nuestra vida y por lo tanto en lo que nos rodea, y la hemos perdido esta vez más allá de un segundo. Y es duro pensar en que ella no está, es duro darse cuenta que no eres capaz de sonreír de corazón que no tienes fuerza para ello, es duro verse ante un espejo y ver lagrimas derramarse por la cara ya sean de tristeza, de rabia o dolor, son lágrimas y es duro ver como uno mismo se cae una y otra vez con la misma piedra, pero eso es así existe y de los errores hay que aprender. Y han pasado los segundos, incluso las horas y ella no está, sigue sin estar y entras en una burbuja de la que salir son palabras mayores.

Lucha, esfuerzo, sacrificio y ella, de nuevo vuelve a tu vida y vuelve para demostrarte que no puedes dejarla así como así, que nada ni nadie en este mundo se merece que la pierdas por ello, y vuelve, vuelve ella. Ella esa llamada felicidad.

Que yo también la he conocido, yo también he crecido con ella y la he dejado perder muchas veces sin darme cuenta, viendo mi vida pasar y valorando cada segundo con y sin ella. Que no vale déjala escapar, que vale mucho más que la tristeza, que ella llena los días de alegría.

Y en un abrir y cerrar de ojos apareció ese alguien que me enseñó a cogerle de la mano y no dejarla ir, apareció y me rompió todos los esquemas de mi vida, alguien que con mirarle es capaz de sacarme la sonrisa más grande del planeta, alguien que escuchar su voz al despertar es empezar el día de buen humor. Y dejen que le diga que a su lado he aprendido que es la verdadera felicidad, que ver su sonrisa en medio de un beso no tiene comparación con nada. Porque a su lado he tocado el cielo con la mano, a su lado he aprendido el verdadero camino a la felicidad.


Estar contigo es como tocar el cielo con las manos

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