martes, 8 de julio de 2014

Me enamoré.

Y todo empezó sin darme cuenta, en el lugar menos esperado pero era el momento. Y allí me fui, cerré los ojos, sonreí, mire el móvil y le dije vengo.

Y cerca de esas cuatro paredes que le han enseñado a ser quien es, a ser lo fuerte que llega ser, esas cuatro paredes donde desconecta del mundo, esa sonrisa con la que sale de ahí, esas cuatro paredes que valen oro. Y le vi salir de ahí directamente donde estaba yo, ese pantalón corto y esa camiseta de tirantes acompaña de una conversación sin mucho sentido, con risas tontas esas risas de tengo vergüenza pero a la vez estoy bien.

El reloj empezó a girar, girar a un ritmo veloz girar hasta conseguir que los diez minutos parecieran dos, girar para que me diera cuenta que había algo especial en ese lugar en ese momento y en esa persona. Y giro hasta el adiós, esos dos besos y hablamos después.

Pasar las horas y volver, quería volver a ese lugar donde vi su sonrisa por primera vez, volví a ese lugar dispuesta a olvidarme de todo pero con una condición, una sudadera por favor, sino no salgas. Y en ese momento existió algo, una preocupación dentro de mí que me dijo que se pusiera una sudadera porque no quería que se resfriara. Que en un día vi que en sus ojos se escondía algo, que esa mirada y esa sonrisa no eran normales, esa fuerza con la que se quería comer el mundo iba por encima de todas las caídas que alguien pueda llegar a tener y eso lo transmitía con tan solo mirarle.

Y el día menos esperado, en el sitio menos esperado le mire a los ojos sin ningún temor y en ese momento note un cosquilleo en mi cuerpo, una sensación que nunca había llegado a sentir, miedo y temor juntos para decir eso llamado le estoy empezando a querer. Y con los ojos cerrados subí al cielo en un momento y caí en picado pegándome fuerte contra el suelo y haciendo de mi cabeza una telaraña de sentimientos.
Esa noche llegué a casa con la sonrisa más grande del planeta, me estire en mi cama y sonreí sin querer, cerré los ojos y entre en un cuento donde era feliz, donde mi corazón me decía que dejara los miedos y siguiera adelante, donde estaba aprendiendo el valor de eso llamado amor.

Y después de meses escribo diciendo que me he enamorado, que a su lado he aprendido a tocar el cielo, que su sonrisa en medio de un beso vale más que un tesoro, que un abrazo suyo me da toda la fuerza que pueda llegar a desear y esa sonrisa, nadie puede llegar a imaginar lo que me hace sentir verle sonreír. Y dejen que les diga que a su lado no tengo permitido caerme es imposible hacerlo, pero también os dijo que por ese amor voy a mover el planeta.



Y solo los sueños pueden posarse sobre las cinco letras de su nombre.

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